Acaricio tu cabello intentando acordes al azar, y mientras tanto me regalas las notas más dulces para intentarlas cantar. Tu respiración me da los acordes exactos en este momento, los sostenidos se afinan y me regalas besos eternos creando las melodías más precisas esta noche.
Cuando estoy en tu pentagrama dejo de ser un acorde menor y paso, y pasamos, a ser al unisono la tonada perfecta para la luna, para el silencio de nuestros ojos, para nuestros cuerpos acalorados, para tu pecho agitado, para mi voz quejumbrosa.
Y eres entonces, la mejor canción que pude un día cantar.