En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez, he poseído al enemigo, comido al enemigo, he aceptado su destreza, su magia. De este modo, grave y pensativa, más tibia que el aceite o el agua, he descansado, babeando por el agujero de mi boca.
No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja. Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron. Los suicidas ya han traicionado el cuerpo. Nacidos sin vida, no siempre mueren, pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce que hasta los niños mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!que, por sí misma, se convierte en pasión. La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías.
Y a pesar de todo me espera, año tras año, para reparar delicadamente una vieja herida, para liberar mi aliento de su dañina prisión.
Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas, rabiosos ante el fruto, una luna inflada. Dejando el pan que confundieron con un beso. Dejando la página del libro abierto descuidadamente. Algo sin decir, el teléfono descolgado....Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.
2 comentarios:
Quise copiar y pegar un fragmento de tu escrito para agregar algún comentario acorde a él... pero me rendí a la idea de que hacerlo sería un crimen... haz compuesto una melodía triste a la animada soledad de la compañía. Me encantaron tus letras... recuerda que no importa qué tan noche se haga... siempre amanece, y nosotros no decidimos si debe o no amanecer... sólo amanece... y despertamos para un nuevo día.
Un buen día!¡!
"Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección."
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